“Nací en el Bronx de Tudela, el Casco Viejo. Allí soy la Isabelita”, nos dice a modo de presentación Isabel Jiménez. Ya nos había sorprendido al recibirnos en las instalaciones de Transformados Ruiz, en la Ciudad Agroalimentaria de Tudela, con un atuendo entre roquero y motard. Sigue informándonos que es hija de un matrimonio de trabajadores y que su padre era chófer del Ayuntamiento y músico: “Así que la música me encanta y bailar mucho más. La pena es que Dios no me dio voz porque si no estaría con él en la orquesta”.
La disciplina estudiantil no era lo suyo y dejó los libros a los 14 años. “Tengo el graduado escolar pelao, quería tener mis perrillas y empecé trabajar en una casa, de 9 de la mañana a las 7 de la tarde. La limpiaba y cuidaba a un niño por 9.000 pesetas al mes”. A los 17 llegó a la hostelería, que le gustaba “mucho”. Pasó por varios restaurantes, incluido el Maher de Cintruénigo, y por un almacén de pescado. “Pero conocí a Juan Carlos Ruiz, nos casamos y dejé la hostelería”. El fin de semana se divertían yendo a bailar. “He sido muy fiestera, me encantaba la noche”, y acudía a concentraciones moteras.
Cuando su marido heredó parte de Talleres Ruiz, la empresa de su suegro se dedicaba sobre todo a la soldadura y calderería, incorporó máquinas de corte láser, prepunzado, plegadura y paneladoras para producir perfiles destinados a la construcción. Los talleres pasaron a ser, en 1997, Transformados Ruiz. Ese mismo año tuvieron una hija, se hicieron con una casa en Fontellas e Isabel volvió a la hostelería porque las amortizaciones se llevaban buena parte de los ingresos de la empresa. La situación económica fue mejorando, tuvieron otro hijo e Isabel pudo dejar el restaurante: “Era feliz estando con mi marido y los niños, no lo hubiera cambiado por nada”.
Todo se vino abajo repentinamente en 2006, al fallecer Juan Carlos. Con dos hijos de 9 y 3 años y la empresa a su cargo, tuvo que replantearse por completo su vida. Decidió seguir adelante con Transformados Ruiz “porque era la ilusión de Juan Carlos y también porque eran dieciocho familias las que dependían de la empresa”.
“Pensar en mis hijos es lo que me dio fuerzas para continuar”, prosigue. Comentamos que tuvo mucho valor para echarse la empresa al hombro en esas condiciones. “No sé si era valor, que estaba loca o que no sabía lo que hacía. Para mí lo más importante era continuar con el proyecto de Juan Carlos, me parecía que le iba a deshonrar si vendía la empresa porque era su sueño. Con lo que había trabajado para levantarla…”, responde mirándonos fijamente.
Pero no tenía ni idea de cómo dirigir el negocio. “No sabía ni usar el ordenador, lo utilizaba para jugar al solitario. Así que empecé a venir por aquí y a preguntar qué había que hacer y cómo tenía que hacerlo. Lo mismo que aprendí a limpiar o a servir aprendería aquí con los compañeros que él tenía”. A su favor estaba el hecho de que los clientes de la firma eran sobre todo constructores que, en 2006, trabajaban a destajo. También Transformados Ruiz. Pero no resultó fácil. Contó con la ayuda de Pello Yaben e Íñigo Pérez-Nievas, que habían diseñado junto a Juan Carlos Ruiz la dirección por valores de la empresa “como si fueran coachs“. “Pero me sentaba en el sillón del despacho y me echaba a llorar, no podía parar. Este no es mi sitio, este no es mi sitio, me voy a casa… No lo hacía porque tenía que estar, pero es que no sabía qué hacer”.
Finalmente contrataron a un gerente que después fue sustituido por su hermana Marisa. “Es el apoyo más grande que he tenido en toda mi vida. Lleva la empresa de maravilla, es superdetallista y cuidadosa”. Elogios que extiende al resto de la plantilla. “Transformados Ruiz es un equipazo, del que yo me siento una más. No vengo aquí mandando, sino a ver en qué puedo ayudar. Bueno, también me fijo en qué flojeamos o si podemos mejorar en algo”.
Aspira a que “el personal se sienta bien haciendo lo que se espera de ellos“. Una frase que tiene trasfondo porque alude a la implantación de la dirección por valores. Nos explica que fue entonces cuando se definieron las responsabilidades de cada puesto de trabajo con la colaboración de toda la plantilla. “Se les pidió que dijeran cuáles eran a su juicio, y de acuerdo con esas opiniones se fueron diseñando las tareas de cada uno de los puestos. Si son ellos los que han definido las responsabilidades, creo que se sentirán bien haciendo su trabajo…”.
Entrevista completa en este enlace.